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Es bastante frecuente que al hablar de BDSM y utilizar el término “juego”, algunos practicantes se muestren en desacuerdo y afirmen que para ellos no es un juego, sino un “estilo de vida”. A veces incluso hay quienes se sienten ofendidos por lo que consideran un menosprecio de algo para ellos importante.
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El problema es que los usuarios de la lengua frecuentemente usamos los términos de forma parcial en cuanto a su significado, a veces de forma inexacta o ambigua, o usamos la misma palabra para referirnos a realidades diferentes.
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“Juego” hace referencia a la existencia de una actividad reglada. Pero que los niños pequeños jueguen no significa que algo definido como “juego” sea poco importante. De hecho el juego es fundamental en mamíferos, aves y algunos peces, anfibios y reptiles, para el aprendizaje y el desarrollo, establecimiento de normas y vínculos sociales entre los miembros, etc. Y formamos parte de una de las pocas especies que continúan jugando en la edad adulta. Un niño al que no se le permita jugar, por superprotección o por otras circurstancias, verá muy comprometido no sólo el desarrollo de aspectos como la coordinación motora, el equilibrio, etc., sino que también su desarrollo cognitivo y emocional se verán dañados. Jugar no es banal.
Por otro lado, la definición de una actividad como “juego” no indica en absoluto qué grado de implicación supone esa actividad en la vida de una determinada persona. El tenis es un juego, como el futbol, el ajedrez, los naipes… (que a su vez pueden también ser un deporte, o una profesión, según varios factores como por ejemplo el nivel de reglamentación o el objetivo). Estas actividades siguen siendo un juego tanto si se practican de forma amateur como si es profesional. Da igual si sólo echas una partida, una pachanga o un par de sets con los amigos de ciento en viento, o si toda tu vida gira en torno a esa actividad.
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“Estilo de vida” en cambio hace referencia a la implicación que algo tiene en la vida de la persona.
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Si practicas algo (sea una filosofía, sea un juego, sea lo que sea) de vez en cuando de forma esporádica y sin que tenga mayor trascendencia en distintos aspectos de tu vida, no es un estilo de vida. Puede que los sábados quedes con los amigos y echéis una partida de mus. O que saques el tablero de ajedrez de vez en cuando. O que lo que saques de vez en cuando con tu pareja (estable u ocasional) sea un gato y unas esposas. Y te lo puedes pasar genial, y concentrarte y tomarte muy en serio la actividad en el momento en que la estás haciendo, aunque no sea tu estilo de vida. No todo lo que nos gusta tiene que ser nuestro estilo de vida.
Si dedicas a algo gran parte de tu tiempo, estableces relaciones sociales y de amistad vinculadas con ese algo, dedicas a ello una parte significativa de tu economía y recursos,… entonces sí es un estilo de vida. Aquí entrarían deportistas de élite y profesionales de “los juegos”, sean futbolistas, ajedrecistas,… o bedesemeros (lo que no significa que para todos los profesionales su profesión tenga que ser su estilo de vida, depende de cuanto más abarque ese interés «fuera del despacho»). Pero también amateurs y aficionados con alta implicación. Escaladores que dedican sus vacaciones y sus ahorros para practicar su afición, que tienen amigos con los que comparten estos intereses, que se forman, leen libros, ven documentales,.. en general, dedican tiempo y recursos en un porcentaje significativo y, sin que su vida quede anulada por su afición (no impide que tenga otras relaciones familiares y sociales, no interfiere con su trabajo, ni les lleva a la ruina económica), tiene en ella un papel importante y continuo. Cambiemos escaladores por bondagistas, por poner un ejemplo, y tendremos practicantes de bondage para los cuales las cuerdas son un estilo de vida. O la D/s, o el animalismo…
Si dedicas todo tu tiempo, o absorve por completo todas tus relaciones, o agota tus recursos, entonces ya estamos posiblemente hablando de una obsesión. Es el caso del jugador que pierde su trabajo, familia y ahorros en una actividad que se ha convertido en adicción, sea el pocker, sea un juego-deporte como correr marathones (en el programa “mi extraña adicción” salió un caso), o se trate de una obsesión por alguna o algunas prácticas BDSM.
En los tres casos la actividad o centro de interés puede ser el mismo. Puede ser el budismo, el interés por la moda, o puede ser un determinado juego.
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Cuando decimos que el BDSM es un juego, por tanto, no nos referimos en ningún caso a que sea algo intrascendente o de escasa penetración en nuestras vidas. Es una forma de decir que se trata de prácticas sujetas a reglas que los participantes conocen y aceptan o que acuerdan entre ellos, como son la negociación, la asunción de roles, el intercambio de poder… (algunas reglas serán comunes y otras serán propias de los participantes, o de la práctica que se trate: bondage, D/s, sadomasoquismo, spankers, rubberismo, animalismo,…) Una actividad que puede reducirse a la partida ocasional del sábado noche, o puede ocupar con sus ramificaciones gran parte del resto de nuestra vida, aunque no vayamos a trabajar vestidas de kajira o comamos en cuenquitos cuando nos reunimos en una paella familiar, igual que el enamorado del montañismo no llevará los arneses puestos cuando va al cine.
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En conclusión, entendemos que las prácticas BDSM son siempre un juego (serio y de adultos), y para algunos este juego es además un estilo de vida.
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P.D.: Sobre el concepto «estilo de vida», ya reflexionamos con más profundidad aquí: «Estilo de vida y estilo de vida BDSM», por Dragon
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