¿Cuándo el BDSM es una patología?

A raíz de la publicación de mi texto “El BDSM como terapia”, surgió la lógica cuestión de cuando la práctica o estilo de vida BDSM puede considerarse como algo patológico. En otras palabras: cuándo debemos acudir a un especialista en patologías mentales.

Los criterios evaluadores de la salud mental evolucionan con el tiempo, no son algo fijo e inamovible, pues dependen de lo que la sociedad considere como patologías. Por tanto, lo que es patológico hoy, puede no serlo mañana.

Por ejemplo, podemos fijarnos en cómo a lo largo del tiempo y en diversas culturas, la homosexualidad ha sido tanto ensalzada, fomentada y protegida, como perseguida, odiada y criminalizada. Y de forma más reciente y próxima, la homosexualidad fue considerada una enfermedad en los DSM-II y DSM-III considerándola una desviación sexual y/o un trastorno de orientación sexual, y por tanto algo que “debía ser curado”. No fue hasta 1986, que en el DSM-III-R, desapareció por fin de dicho manual, dejando de considerarse una enfermedad o patología, al menos clínicamente. Así pues, hoy en día ser homosexual no es una patología, ni una enfermedad que deba ser tratada en forma alguna, aunque como colectivo todavía les quede mucho por luchar hasta conseguir que esta sociedad tan rancia les acepte, respete y considere como los seres humanos que en verdad son.

De forma análoga, el sadomasoquismo consensuado y otras prácticas o sexualidades que hoy conforman lo que denominamos BDSM, también ha ido teniendo su recorrido histórico, aunque resulta bastante complicado aplicar el concepto de “consensuado” según épocas o culturas, dado que se precisa el seno de una sociedad democrática y libre para que éste se de en la forma que el BDSM requiere. Pese a todo, podríamos considerar como ejemplo documentado las prácticas de flagelación de la época victoriana como un ejemplo de aceptación social y no patológica de una práctica sadomasoquista.

Posteriormente, en el DSM-I (1952) no se hacía ninguna referencia al sadomasoquismo sexual. Fue en el DSM-II (1968) cuando se incluyó como desviación sexual. Sin hacer distinción entre el Sadismo o masoquismo patológicos y el sadomasoquismo consensuado (como orientación sexual o práctica sexual). Por tanto el mero hecho de que te excitases con unos azotes era ya claro síntoma de enfermedad mental y precisabas curarte o ser apartado de la sociedad. El diagnóstico como patología se centraba exclusivamente en la práctica en sí.

En el DSM-III (1980), se acuñó el término “parafilia”. Esto es, bajo determinadas circunstancias podías no estar loco… pero “casi”.  Los criterios para establecer este “casi loco” o “al borde de” eran:

1) Una forma preferente o exclusiva de excitarse sexualmente siendo golpeado, atado, humillado o cualquier otro sufrimiento.

2) La persona ha participado intencionadamente en una actividad en la que él o ella ha sido dañada físicamente o su vida se ha puesto en peligro a fin de obtener placer sexual.

En la versión revisada DSM-III-R  (1987) se incluían dos novedades interesantes: la temporalidad de las fantasías (si duraban menos de 6 meses no era parafilia), el participar o no de actividades relacionadas y EL MODO EN QUE ESTO AFECTABA A LA PERSONA. Aunque pequeño, esto ya suponía un avance: podías machacártela fantaseando con ello, siempre que antes de cumplir los seis meses te tomases un respiro y no te afectase anímica ni socialmente.

Un salto cualitativo se dio en el DSM-IV (1994) y en su revisión, DSM-IV-R (2000). Por exclusión, por un lado estaba el Sadismo y masoquismo como patología. Por otro, el sadomasoquismo como parafilia (“casi loco”)… y por otro: nosotros, el sadomasoquismo consensuado, por omisión. La práctica éste ya era claro indicio de enfermedad mental. Sin embargo, si no lo hacías durante más de seis meses seguidos, no te afectaba anímica ni socialmente y te ponías “palote” ante la perspectiva de un polvo vainilla podía “colar”.

 La publicación este año del DSM-V es el que marca la diferencia, por que definitivamente parece que centra la atención del diagnóstico de patología o trastorno parafílico en la manera en que esto afecta a la persona y a su relación con la sociedad. Es decir, deja de considerarse la práctica del sadomasoquismo como una patología o parafilia per sé.

 Por tanto, la respuesta a las preguntas, ¿cuándo debemos acudir a un especialista en busca de ayuda?¿Cuándo el BDSM es una patología?, sería:

Debemos de buscar ayuda profesional cuando el interés o práctica del BDSM nos cause angustia personal (no cuenta la angustia que puede crearnos la sociedad o el entorno por sus juicios de valor). Cuando nos causa sufrimiento psicológico. Cuando nuestro deseo sexual o conducta implique sufrimiento psicológico, lesiones o muerte de otra/s persona/s o de nosotros mismos, así como el deseo de conductas sexuales con personas que no consienten o que son incapaces de consentir legalmente. Y esto no dependerá de si vivimos esta sexualidad durante más o menos tiempo, ni de si la vivimos o no de forma exclusiva.

Brevemente: La práctica del BDSM no es más que una sexualidad diferente, atípica mientras lo hagamos de forma Sensata, Segura y Consensuada (les suena?). Tampoco es un problema mientras no nos desabilite socialmente, no nos cree angustia ni sufrimiento.

Para seguir la información:

“Llega el DSM-V: Virgencita que me quede como estoy!”

“Luces sobre el DSM-V”

Dragón.

4 comentarios en «¿Cuándo el BDSM es una patología?»

  1. Acabo de entrar en el blog, y como novata en las prácticas BDSM (otra cosa es el sentimiento ;)) me gusta el tratamiento que haces de la información. Vivimos ya en una época en que la ciencia con su método científico ha hecho grandes investigaciones y leer que la ciencia explique de forma «racional» aquello que sentimos denota evolución. Muy buen artículo. 🙂

    1. Muchas gracias y bienvenida. No podemos menos que pedir disculpas por tardar tantísimo en aceptar su comentario, ¡¡pero se nos despistó!! los duendes del blog… Esperamos que esto no la desanime para seguir participando 🙂

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