Tortura de Tetas: Temperatura

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Temperatura:

Utilizar el calor o el frío como elementos de tortura erótica es una de las prácticas más extendidas y con varias formas diferentes de aplicación. Con mucho, las más populares y en las que centraremos esta parte del trabajo, son la cera caliente y el hielo.

Temperatura y dolor:

El dolor es la “sirena” del sistema de seguridad de nuestro organismo, el cual se encuentra repleto de multitud de receptores sensoriales que se encargan de recoger y enviar al cerebro los diversos estímulos que reciben del entorno o del interior del cuerpo. Entre ellos, disponemos de sensores cuyo espectro de detección se encuentra dentro de los “simples”[1] márgenes que se podrían definir como de comodidad/incomodidad. Digamos que estos sensores son los encargados de facilitarnos la información para movernos con normalidad en nuestra vida. Un ejemplo podrían ser los sensores que nos transmiten esa sensación de frío que hace que nos pongamos una rebeca. También disponemos de otros sensores cuya función es proteger nuestra vida e integridad. Su espectro de detección comienza en el punto en que el estímulo recibido comienza a ser potencialmente nocivo y susceptible de causarnos daño/s. Ellos son los encargados de decirle al cerebro que dispare la “sirena” del dolor y reaccione en consecuencia. El funcionamiento de estos sensores no es un “todo o nada”, a modo de sistema “digital”, si no que es un funcionamiento “analógico”, con múltiples valores intermedios. El dolor se manifiesta con diferentes intensidades, se modula. Y lo hace dependiendo de la inmediatez de la emergencia, esto es, en función de la gravedad de los daños que puede ocasionar el origen del estímulo percibido.

Así, hay sensaciones de dolor “soportables” que incluso pueden ser percibidas como placenteras debido al hecho de que no se trata de una situación de emergencia, porque para producir daños necesitarían una actuación dilatada en el tiempo o un incremento del estímulo. Por supuesto, toda esta explicación es simplista y simplificada, con la intención de que sea comprendida de la forma más sencilla posible y con el fin de argumentar las siguientes conclusiones:

– Si algo te duele, es que te está dañando físicamente.

– Si algo te duele mucho, es que te está causando mayores daños físicos.

– Si algo te duele tanto que es insoportable o casi insoportable, muy posiblemente te esté causando graves daños físicos.

Y ésta es la explicación más o menos científica de algo que, por simple experiencia vital ya sabías, ¿verdad?.

¿Y qué tiene que ver esto con los juegos de temperatura?. Veámoslo.

La temperatura a partir de la cual la piel humana es susceptible de comenzar a dañarse es de 45ºC. Y es a esa temperatura cuando los termorreceptores del dolor por calor comienzan a enviar su señal de alarma. Sin embargo la sensación de dolor puede ser tan leve que ni la percibamos, pues a esa temperatura necesitaríamos una exposición tan larga en el tiempo que no urge atenderla.

Una temperatura de 50ºC podría causar daños, si se mantiene el estímulo durante más de 5 minutos. A 55ºC, los daños se producen en 30 segundos. A 60ºC, los daños aparecen en 5 segundos. Sólo hacen falta 2 segundos para causar daños a 65ºC y a 70ºC se producen daños en tan solo 1 segundo.[2]

A medida que la temperatura se eleva se reduce drásticamente el tiempo necesario para tener consecuencias. Los daños que potencialmente se pueden originar aumentan, así como su gravedad, por lo que la sensación dolorosa aumentará de igual forma.

Desde luego, hay muchos más factores intervinientes. Cuando hablamos de “consecuencias” el abanico abarca desde simples enrojecimientos de la piel, hasta quemaduras en cualquier grado. La gravedad de las quemaduras depende no sólo del modo en que afecta a la dermis, si no también de la zona y superficie afectada. Una quemadura causada por un cigarrillo – con corta exposición ‒, puede ser muy dolorosa, pero apenas causará una ampolla que sanará en pocos días apenas sin cuidados. Sin embargo, cincuenta quemaduras igualmente realizadas sobre una misma zona pueden ser de extrema gravedad. Y no tendrá la misma gravedad una misma quemadura en un pezón o areola que en el resto de la teta.

Otro factor importante está en cómo administramos el calor. No causa el mismo efecto una fuente de calor sin aportaciones de energía calorífica externas (por ejemplo, una gota de cera que desde el momento en que es separada de la fuente de calor inicia un paulatino descenso de su temperatura) que una fuente de calor que mantiene su temperatura con aportaciones de calor externas o autogeneradas: por ejemplo, la llama de la propia vela o un soldador eléctrico (y no seas bruto/a, es sólo un ejemplo ilustrativo: mejor guarda el soldador en la caja de herramientas). La primera fuente tendrá un efecto limitado en el tiempo mientras se enfría, la segunda fuente destruirá tejido hasta que no quede nada que destruir.

Los efectos sobre la piel dependerán también de la cantidad de substancia – masa ‒ y de su calor específico. Estos dos factores determinan la cantidad de calor que puede almacenar. Lo primero está claro: no quema igual una gota de aceite que nos salpique de la sartén, que si se nos vuelca la sartén completa. Lo segundo intentaré explicarlo mediante un ejemplo:

Imaginemos una substancia cuya velocidad de enfriamiento es de 20ºC por segundo. Y que está calentada hasta una temperatura de 70ºC. Como vimos antes, a 70ºC, basta un segundo para causar daños. La vertemos sobre un cuerpo. Transcurridos 0,10 segundos su temperatura será de 68ºC. A los 0,20 segundos, 66ºC. A los 0,30 segundos, 64ºC… y así sucesivamente. Esta substancia imaginaria no alcanzaría a dañar la piel por que nunca alcanzaría los valores mínimos de exposición/temperatura para hacerlo.

Ahora, imaginemos otra substancia. Ésta tiene una velocidad de enfriamiento de 0,1ºC por minuto y está calentada hasta los 60ºC. La vertemos. Un minuto más tarde, su temperatura será de 59,9ºC. Y como vimos antes, una temperatura de 55ºC causa daños en tan solo 30 segundos. Esta substancia, también imaginaria, tardará mucho tiempo en enfriarse hasta valores seguros y en consecuencia causará serios daños en la piel. Sus parámetros de exposición/temperatura siempre se encontrarán por encima de lo admisible.

Seguramente a estas alturas, mi aburrido lector, probablemente pensarás: “¿y a mí qué? ¡Yo he venido a torturar tetas, no a leer este galimatías!”. Te pido disculpas y te invito a que aceptes como dogma de fe las conclusiones que se obtienen de todo lo anterior y que aplicaremos en los siguientes apartados. Eso sí, amenazo con volver sobre el tema en un próximo artículo específico.

Los juegos de temperatura, incluso cuando los elevamos al rango de tortura erótica, son sólo eso: juegos. Algo lúdico, excitante, divertido y sin consecuencias posteriores inasumibles[3]. Y con todo lo anterior, podemos hacernos una idea muy aproximada de cuales son los límites de temperatura y tiempo de exposición en los que podemos movernos con seguridad. Es hora de centrarnos en cosas más concretas y excitantes.

Tortura de tetas con cera:

pezoncera2Torturar un par de tetas con cera es una de mis actividades preferidas. Con mucho, es una de las actividades que más disfruto y en las que seguramente se torne mi rostro más sádico y perverso. Y me refiero especialmente al uso de la cera de vela por goteo. Hay otras formas de aplicar la cera, como por ejemplo con un pincel o vertiéndola. Son formas muy sensuales de hacerlo, sin embargo no las considero suficientes para calificarlas como “tortura”. La razón de ello es porque las temperaturas de aplicación de las ceras en estos casos son inferiores a las del goteo, debido a que se emplean grandes cantidades y superficies de aplicación. Tal y como vimos anteriormente en el galimatías, esto obliga a emplear ceras con punto de fusión muy bajo para evitar causar daños.

La cera por goteo es diferente, pues la cantidad de cera empleada es poca en cada aplicación. Esto permite que las temperaturas sean más elevadas que en los anteriores modos de uso citados. La diferencia de temperatura y tamaño entre la teta y la gota individual es tan grande, que el calor de la cera se disipará antes de causar daños. Incluso con ceras a temperaturas entre 65 y 70º, lo más probable es que sólo provoque un enrojecimiento intenso. Sin embargo, no recomiendo usar velas con temperaturas superiores a los 65º.

No existe una vela adecuada, si no que existen velas adecuadas para cada cual. Lo ideal son velas con ceras que fundan a temperaturas entre 57ºC y 62ºC, más o menos. Dentro de este rango podemos torturar las tetas con seguridad, sin causar daños y proporcionando un cierto grado de dolor soportable y gozoso. Sin embargo, para quienes gustan de las emociones más fuertes, utilizar velas con ceras con punto de fusión más alto puede ser una opción. Aunque eso sí, estas velas requieren un dominio de la técnica impecable y un masoquismo de grado alto por parte de la parte receptora. En cualquier caso – insisto ‒ no recomiendo usar velas con temperaturas cercanas a los 70ºC.

Ceras con temperaturas inferiores a 57ºC también son válidas. Pero a medida que bajamos de temperatura su efecto “se dulcifica”. “Pican” menos y son menos vistosas al solidificarse: se quedan más “pastosas”, más aceitosas.

La elección de la vela adecuada es un asunto sencillo: clávale la uña estando la vela a temperatura ambiente. De la facilidad que tengas de penetrar la cera con ella y de llevarte incluso una porción de cera dependerá lo lejos que te encuentres del punto de fusión. Cuanto más blanda, más cerca. Las velas de vaso suelen ser así por que sin el vaso que sirve de contenedor se pondrían pastosas y se deformarían a temperatura ambiente. Por eso se suelen recomendar para estos fines. Si la cera se presenta demasiado dura, no la uses.

El color de la vela no influye en su temperatura de fusión. Es un mito. Velas iguales, con la única diferencia del colorante, funden a la misma temperatura. En mi opinión, la altura de vertido de la vela apenas tiene influencia en la temperatura de la cera y tengo varias y buenas razones para creer esto. Pero no es un tema que quiera tratar en este artículo y en realidad, que lo creas o no, no influye mucho en los resultados.

La forma de aplicación de la cera por goteo es sencilla. Lo ideal para torturar las tetas es que nuestra víctima voluntaria se encuentre tendida. A tu elección, puedes aplicar previamente sobre ellas algún aceite protector (yo uso uno de Jhonson & Jhonson, de almendras amargas). O puedes usar en su lugar alguna vela de aceite de masajes – en sex shops ‒, así prepararás la piel para el castigo y disfrutarás de unas tetas aceitosas. Además, ayudará a desprender la cera al finalizar. También puedes no usarlo. No es imprescindible. Dispón de varias velas y enciéndelas. Deja que ardan un poco, hasta que se estabilicen la llamas. Si la vela es cilíndrica con algunos centímetros de diámetro deja que se acumule cera en ella. Si son de tipo candelabro, puedes usarlas ya.

Asegúrate que la cara y el pelo de tu víctima voluntaria se encuentran protegidos y a salvo: ¡las salpicaduras de la cera pueden alcanzar distancias que ni te imaginas!. Y pican mucho.

Levanta la vela, apunta, inclínala y deja que gotee. Es divertido apuntar y hacer diana en los pezones. Sin embargo, te recomiendo que los primeros impactos busquen zonas menos sensibles. Después te irás acercando. Puedes jugar al “frío, frío… ¡Caliente, caliente!” con ellos. Controla que la cera vaya impactando en zonas diversas, no la concentres toda en un sólo sitio. Haz caminitos con ella. Dibuja con ella. Tienes un magnífico lienzo de piel sobre el que expresar tu creatividad. Si utilizas velas de distinto color, quedará mucho más vistoso. ¡Viste de cera esas desvergonzadas tetas! ¡Cúbrelas con un corsé de cera!. Mientras avanzas en tu paseo por ellas, se irá enfriando la cera vertida anteriormente. Puedes ahora regresar a ella e ir vertiendo capa sobre capa. Intenta hacer un molde de los pezones o, ¿por qué no?, de las mismas tetas. Será un bonito trofeo.

Cuando finalices, deja enfriar la cera vertida y retírala. Puedes utilizar para ello un cuchillo con el que rasparla o levantarla de la piel. Si no os sentís seguros con un cuchillo afilado, prueba con uno sin filo o de plástico, o una rasqueta ancha del mismo material. Utiliza si quieres también las manos. La retirada de la cera puede ser uno de los momentos más íntimos que podéis tener. Salvo que seas un “sádico verdugo sin escrúpulos” como yo y prefieras retirar la cera con azotes en alguna ocasión. En tal caso, sigue las pautas marcadas para azotar las tetas en el apartado correspondiente, teniendo en cuenta que ahora son más sensibles.

Puedes aprovechar esa hipersensibilidad para usar el pinwheel y hacer “caminitos” sobre la cera, marcándola a modo de “recortable”.

Antes de iniciar la escena, asegúrate de prepararla. Si manchar es un problema, coloca un hule de plástico debajo. Ten cuidado con las manchas en la ropa o elementos permeables: son complicadas de limpiar y si se trata de ropa delicada, la has cagado. Así que, asegúrate de que ese corsé monísisisimo que luce tu víctima voluntaria lo retiras. Ojo con las salpicaduras. Como dije antes, no imaginas lo lejos que pueden llegar.

Asegúrate de que el lugar en que te encuentras tiene suficiente ventilación. No dejes las velas encendidas sobre superficies inflamables y procura tener a mano un extintor o manta de extinción de incendios. Hoy en día es bastante habitual la instalación de extintores en escaleras vecinales. Los espacios públicos tienen obligación de ello. Tal vez te baste con fijarte dónde se ubican.

Ducharse para quitarse la cera es una mala idea. Asegúrate de retirar toda o casi toda la cera antes de hacerlo. Puedes usar una toalla o paño para frotar las tetas y limpiar los restos – tal vez sea un buen momento para la abrasión –. La cera que vaya al desagüe se quedará allí y acabará por taponarlo.

Si prefieres torturar las tetas con cera estando sentada o de pie, asegúrate de alejar el pelo de la llama (y de la cera vertida también) y vierte la cera desde una altura por debajo de sus ojos.

Las escenas de juegos con velas suelen ser de gran intimidad. Habitualmente discurren sin demasiados ruidos, a excepción de algunos lastimosos quejidos. A ello contribuye sin duda la oscuridad apenas rota por el titilar de las llamas y el encanto mágico de las velas. Puedes llegar a vivir momentos realmente especiales y de mágica comunión.

Extra bonus: El contraste de temperaturas es una opción interesante. Combinar el calor de la cera con el frío del hielo pondrá a trabajar toda la gama de sensores térmicos de la piel, proporcionando un amplio arcoíris sensorial.

Tortura de tetas con hielo:

Ya hemos comentado varias veces la obviedad de que las partes más sensibles de las tetas son los pezones y las areolas, siemprepezonyelo9sema agradecidos a nuestras atenciones. Aplicarles hielo los revitaliza, los despierta ofreciéndonos un majestuoso espectáculo comparable al que sólo podría contemplar un hipotético ojo divino al margen del normal discurrir del tiempo y capaz de observar cómo, en un breve instante, se levantan desde el fondo oceánico cumbres como el Everest o el K2.

Toda la piel de la teta – y del cuerpo– es sensible al frío. Sin embargo, a excepción de pezón y areola, apenas muestra reacción y se adapta fácilmente al estímulo, por lo que pierde intensidad. Así que la mejor forma de aplicar el hielo es, de nuevo, jugar al “frío, frío… ¡Caliente, caliente!”: deja el hielo gotear sobre la teta aproximándote a la areola y al pezón poco a poco. Deja que las gotitas se deslicen sobre ellos. Aplica el hielo sobre la teta y recórrela lentamente. Contempla como la areola se contrae e intensifica su color mientras el pezón se eriza desafiante. Atácalos con el hielo. Rodea el pezón sobre la areola. Sóplales. Si vas a aplicar cera, es buen momento: el contraste de temperaturas hará que los efectos sean más intensos.

Los termorreceptores encargados de enviar la alarma del dolor por frío se activan aproximadamente a los 15ºC. A medida que desciende la temperatura de contacto, esa sensación dolorosa se incrementa. Por tanto, una exposición suficientemente larga a temperaturas inferiores es peligrosa. Uno de los riesgos es la aparición de hipotermia. Para prevenirla, debemos de evitar que la temperatura de las tetas descienda más allá de los 35ºC –hablamos de la teta, no de la piel–. Un bloque de hielo suficientemente grande podría fácilmente hacer descender bruscamente su temperatura, enfriar la sangre que circula por ellas y alcanzar rápidamente el corazón u otros órganos internos. No cubras las tetas con hielo.

El frío intenso también causa quemaduras y destruye tejidos. Y lo hace de forma igual de dolorosa que el calor. La temperatura de 0ºC puede considerarse segura, pues se encuentra dentro de los márgenes tolerables del cuerpo humano, siempre que la cantidad de hielo y el tiempo de aplicación sean razonables. No expongas la piel a temperaturas inferiores.

La creencia general es que el hielo se encuentra a la temperatura de 0ºC. Sin embargo, esto puede no ser así. Esa es la temperatura a la cual se forma el hielo a partir del agua. Una vez que la formación del hielo se ha completado, puede seguir enfriándose hasta alcanzar temperaturas de contacto muy peligrosas. Por tanto, no es seguro utilizar sin más el hielo. En los modernos congeladores hay un indicador de su temperatura. En el mío marca –18ºC. Ésa es la temperatura del hielo en mi nevera. Si utilizase ese hielo recién sacado del congelador sobre la piel, éste congelaría inmediatamente su humedad y se pegaría a la piel. Si lo dejase ahí, continuaría congelando el agua contenida bajo ella. Si lo desprendiese, posiblemente arrancaría la porción de piel adherida. Y la sensación a esa temperatura es dolorosa, fuera de los margenes del dolor erótico. Al respecto, les invito a leer el artículo que publiqué sobre el tema en mi blog[4], en el que incluí algunos vídeos ilustrativos.

Para evitar esto, lo mejor es lavar los hielos con agua corriente al sacarlos del congelador. Puedes ponerlos en una cubitera con agua. Así se iniciará su descongelación y te asegurarás de que su temperatura es de 0ºC.

Si por alguna razón la zona se enfría demasiado, no intentes areglarlo mediante la aplicación de calor directo. Cúbrela con una manta o similar y deja que se recupere ella sola.

Otros instrumentos:

Quizá alguien pueda comentarte acerca de otros muchos elementos susceptibles de ser usados con estos fines. La mayoría de ellos en mi opinión demasiado arriesgados y peligrosos. Aplicar cosas como una plancha para el pelo no parece seguro, dadas las temperaturas a la que suelen trabajar (por no hablar de la seguridad eléctrica). Éstas suelen ser muy altas y a menos que dispongan de un termostato regulador altamente preciso y fiable que permitan fijar temperaturas no superiores a 50ºC, no deberían de utilizarse. Tal vez pienses en utilizar un secador de pelo. Puede ser una opción – demasiado ruidosa para mi gusto y el ambiente que pretendo conseguir–: en ese caso, asegúrate de que ajustas su potencia a una temperatura segura (puedes utilizar un termómetro poniéndolo previamente en su salida), mantenlo a una distancia suficientemente segura y en constante movimiento. ¡Ojo con el aire caliente! Éste tiende a concentrarse elevándose y si en su camino se encuentra la cara de tu víctima voluntaria o la tuya podría causarte molestias y/o efectos dañinos no deseados, sobre todo si lo aspiras.

La llama de la vela también puede usarse. El calor por radiación que desprende puede “regularse” por medio de la distancia. No la coloques nunca por debajo de la teta, la cara de tu víctima voluntaria o la tuya. Al igual que con el secador, podría causarte serias complicaciones si aspiras ese aire caliente – la llama de la vela arde hasta a 1.200ºC –. Ojo con el pelo y otros objetos/substancias que puedan prenderse. Usar cigarrillos causará quemaduras que necesitarán serios cuidados posteriores, con posibles complicaciones. Mi consejo en este caso es que si los usas, lo hagas aprovechando el calor por radiación, sin llegar a establecer contacto con la piel y con cortas exposiciones. Si estableces contacto, que sea muy breve y nunca en pezones o areolas. Las quemaduras en ellos son muy complicadas en su curación. Tanto la llama de la vela como el cigarro, resultan mejor utilizados como elementos intimidantes.

El hielo seco se encuentra a una temperatura de –78ºC: Ni pienses en ello.

Otras cuestiones como el “branding” o marcado a fuego no las considero dentro de la tortura erótica de tetas, si no más bien dentro del simbolismo de nuestras relaciones y con implicaciones mucho más grandes que las planteadas, por lo que no procede ser tratado aquí.

Extra Bonus: Si se produce alguna quemadura, no apliques remedios caseros como la pasta de dientes o ünguentos milagrosos. Lava la zona con jabón neutro y agua abundante. Si fuese necesario, aplica una pomada antiséptica como el Furacín.

[1] Entrecomillo “simples” por que en realidad nada es simple con el cuerpo humano. Su aparente simpleza ocasional es el resultado de una gran complejidad.

[2] Estos valores experimentales son válidos para personas adultas, únicas personas susceptibles de nuestros juegos y de interés para nosotros.

[3] En este sentido, debemos entender que las prácticas S/m son agresiones al cuerpo y que pueden tener consecuencias a corto o largo plazo. Corresponde a cada cual valorar de la forma más informada posible, libre y sensata lo asumible para él/ella.

[4] http://alicantebdsm.wordpress.com/2013/08/20/juegos-de-temperatura-hielo/

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Esta entrada está extraída de mi trabajo «Tortura de Tetas, by Dragón». Si deseas leerlo completo, puedes descargarte el documento en PDF de forma anónima, libre y gratuita desde este link:

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