SUMISIÓN MENTAL (u otra cosa) by lena{DR}

Rebuscando rebuscando en los viejos ciber-baules no sólo encuentro textos de mi Señor (ya, ya sé que es hurgar en la herida y todo eso, pero qué quieren que les diga… no puedo evitarlo, Le busco)- También encuentro alguna vieja cosilla mía que, a falta de nueva inspiración y con todas las reservas del tiempo transcurrido, algo pueden aportar. Aunque sea sólo un motivo para reflexionar y decir: «pues qué bobada». Todo vale, eso también es una aportación, sirve para definir qué no nos interesa y seguir adelante.

Conste ante todo que sigo sin tener claro qué es eso de la sumisión mental y si existe como tal de forma independiente y con entidad propia o no. Tampoco me preocupa: una cosa que el tiempo me ha consolidado es la opinión de que las etiquetas hay que tomárselas con calma. Sirven para ponernos de acuerdo sobre lo que hablamos… a veces, otras para debatir y aclarar nuestras propias ideas en el proceso, y otras veces sirven para poca cosa. No renuncio a ellas, pero tampoco hay que permitir que se conviertan en encasillamientos ni nos condicionen. ¿Esclava o sumisa? ¿24/7 o no? ¿sumisión mental…?

 

Al final del texto que he encontrado ponía:

 

«NOTA: Escribí esto al reflexionar sobre lo que YO entendía sobre sumisión mental, en respuesta a alguien que me lo preguntó. Puede no tener mucho que ver con lo que realmente se intenta reflejar “oficialmente” con esos términos. Agradeceré cualquier referencia a textos que traten sobre el tema (yo conozco algo en “La Mazmorra de Gabrel”, “Un Rincón del Paraíso” y “Las caballerizas de MasterDom”. (<– las dos primeras webs desaparecieron hace mucho tiempo, y la tercera no la encuentro, así que posiblemente también)

Me reservo el derecho a cambiar de idea sobre estas cosas, según vaya aprendiendo y experimentando.»

Y en eso seguimos.

Aviso: es un texto algo intensito, un poco BDSMoñas, tal vez. Y largo.

 

 

SUMISIÓN MENTAL (u otra cosa) by lena{DR}

¿Qué es para mí la sumisión mental?


       …
… Ni idea

Es fácil encontrar una respuesta rápida a qué es, por ejemplo, “sumisión sexual”. Podría entenderse como una absoluta disponibilidad para el uso sexual en cualquier modo y momento. Seguro que es cierto, aunque también seguro que está excesivamente simplificado. Todos entendemos más o menos lo que es una “esclavitud sexual” y lo asociamos al disfrute y utilización del un cuerpo y sus habilidades para dar placer sexual a su propietario.

  

No obstante, ¿hasta qué punto es esto posible si la mente no está también sometida? Sin duda es posible en un encuentro acordado cierto día en determinado horario, ¿pero es posible mantener esa disponibilidad realmente en cualquier momento, cuando esto no tiene un marco de sesión pactada concreta, cuando no hay un límite de horario y “en cualquier momento” significa realmente “en cualquier momento”? En cualquier momento puede suponer hacer una mamada a la voz de ya, sin detenerte a pensar si te encuentras en un lugar público y te pueden estar viendo extraños (o lo que es peor, conocidos). Puede ser abrirte a un uso sexual intenso y prolongado justo esa tarde que estás enferma, o en que no das abasto para terminar un proyecto que debes presentar al día siguiente y del cual depende tu trabajo, entregarte y concentrarte en esa entrega sexual sin que tu mente se vaya a pensar que debes preparar un examen importante… En cualquier momento es también a mitad de fregar los platos y con el aceite hirviendo en el fuego, o en ese momento de bajón en el que te embarga la tristeza por algún problema personal o la añoranza de los tuyos… ¿Cómo se hace entonces real la sumisión sexual si no están también entregadas la mente y el corazón?

 

Tal vez por las características de la relación que mantengo con mi Amo, una relación BDSM en convivencia (no quiero decir 24/7 para no entrar en debates sobre lo que es y lo que no es 24/7), sin unas normas y un protocolo claramente establecidos, me cuesta entender las distinciones entre los distintos tipos de sumisión, fuera del ámbito teórico. Para mí, en mi situación y con mis posibilidades y limitaciones, la sumisión es un concepto holístico, un todo, no concibo pertenecer por parcelas. No me encuentro en el caso de la persona que pertenece a otra con las limitaciones de la distancia, o quienes tienen una vida familiar paralela que preservar y acuerdan qué partes de su vida se entregan y cuales no, o quienes conciertan encuentros esporádicos (todo ello perfectamente válido, yo también he vivido algunas de estas circunstancias, pero simplemente es que no es mi caso en este momento).

 

Seguro que también yo preservo partes de mi vida, unas tal vez de modo inconsciente o implícito, y otras en el tira y afloja que aún mantengo conmigo misma y mis concesiones en este camino de entrega. Pero en general la tendencia en nuestra relación es a no definir límites ni especificar puntos de consenso. No porque  no existan, que siempre existen… si no porque aspiramos a un “simplemente eres Mía”, sin distinguir si lo soy para esto sí y para aquello no. Los posibles daños siguen existiendo, pero están en manos de mi Señor y confío en que Él me conozca incluso mejor que yo misma para identificarlos y se encargue de cuidarme de ellos. Como dije en mi carta de entrega, le confío mi felicidad y confío en que me llevará donde Él quiera sin romperme.

 

La sumisión mental supongo que yo la relacionaría con la persecución de esa confianza ciega que borra de la mente las dudas. Una confianza tan profunda e instintiva que no importe si el sitio es público o si la orden es “salta por la ventana”, no porque dé igual el posible daño, si no porque la seguridad en la persona en la que depositas tu entrega es tanta que la duda no existe. Si el sitio es publico será porque no pasa nadie, o si pasa no te ven, o si te ven eso no va a herirte sea por lo que sea. Y si dice salta por la ventana, será porque no hay un abismo debajo, o si lo hay, hay una red, o será que te van a salir milagrosamente alas… El caso es que sin necesidad de meditar que “si me ordena saltar no será para que me estampe en el asfalto tres pisos más abajo”, el cuerpo, la mente y el alma salten al instante.

 

No soy tan ingenua como para no saber que este absoluto no se da hoy por hoy. Hay muchas cosas que si me fueran exigidas o impuestas podrían suponer un daño grave o incluso el final de la relación (hoy por hoy, ¿quien sabe en el futuro?). Y es posible que por mucho que avancemos hacia ese objetivo, siempre será un “para todo” relativo.

 

Pero es un objetivo, un horizonte. Y creo que entrenar paso a paso al cuerpo, el corazón y la mente para que respondan con esa absoluta confianza podría estar relacionado con la sumisión mental. En cierto modo es un duro ejercicio de reestructuración de todos los esquemas aprendidos, hay que anular las conductas y mecanismos de autoprotección, todos esos reflejos que nos mueven a cuidarnos, a evitar daños físicos, emotivos, sociales… Y lo que es más difícil, hay que hacerlo sólo en virtud de esa persona a la cual vamos a transferir la potestad de cuidarnos en nuestro lugar, que será quien decida lo mejor para nosotros y al tiempo lo haga según su placer. Sólo para esa persona. Hay que hacer el doble esfuerzo de al mismo tiempo que por un lado eliminamos mecanismos, por otro lado mantenerlos plenamente vivos y eficaces, e incluso fortalecerlos si es posible, para seguir siendo responsables de nosotros mismos y de nuestro bienestar en ausencia de nuestro Dueño (<– ¡Ja! Quién me iba a mi a decir entonces que iba a tener que poner esto en práctica…). No consiste en convertirse en una persona dependiente e incapacitada, si no en entrenar nuestra independencia y sobrada capacidad de valernos solos (y si no es así, hay que trabajar también esa fortaleza personal) para que instintivamente se arrodillen y entreguen sin reservas a la voluntad y criterio de nuestro Amo. La persona sumisa no es un ser débil y sin opinión propia, su voluntad no se destruye: se cede.

 

Obviamente, yo hablo desde una perspectiva de la BDMS donde el Amo es alguien responsable y comprometido que considera que su placer y su obligación incluyen velar por el bienestar y crecimiento de su pertenencia en todos los aspectos. No me atrevería a hablar de esto en otras vertientes del BDSM donde el bienestar del sumiso importa menos (o de otro modo), porque son perspectivas que conozco poco y que en cierto modo me plantean reparos y, soy consciente de ello, ciertos prejuicios y desconfianzas. Y desde luego me parece completamente imposible en una relación reciente o sin un proceso de conocimiento mutuo. Tienes que saber en quién confías, este tipo de confianza no es algo que pueda hacerse a la carta de forma instantánea y pasarse de mano en mano como un bocadillo. Jamás se me ocurrirá aconsejar a una sumisa novata que debe confiar ciegamente en el primero que se presenta como candidato a ser su Amo desde el primer día, porque la experiencia enseña que muchas veces el trastazo puede ser de órdago. Como todo, se trata de un largo proceso de trabajo a dos bandas.

 

Sólo desde esta perspectiva que de entrada presupone en la parte sumisa estabilidad y fortaleza, y en el Amo una excelente intención en cuanto a su propiedad, me atrevo a sortear los problemas éticos que puede plantear la entrega absoluta de la voluntad y criterio. ¿Es ético controlar lo que tu sumiso debe pensar, “lavarle el coco”, anular su personalidad y criterio, manipularle?… Yo considero que no, pero según mi exposición, el trabajo de dominación-entrega se basaría en llegar a hacer posible incluso esos extremos, mientras que la responsabilidad del amo evitaría llevarlos a la práctica.

 

La entrega absoluta y confianza ciegas que suponen el desarrollo de esta sumisión serían una poderosa herramienta, darían un inmenso poder y control al Amo sobre su posesión. Como cualquier herramienta, no es en sí buena ni mala. El que se usara bien o mal depende de las manos en las que se deposite.

 

Otros aspectos de la sumisión mental:

¿En qué se concretaría esa entrega total y confianza absoluta en la práctica? Pinceladas que se me ocurren:

 

El sentimiento de pertenencia es una presencia sutil que te empapa en todo momento, no está sujeto a determinados momentos, ritos o circunstancias. Es un calor íntimo y un deseo continuo y sosegado por tu Señor y su felicidad. Digo sosegado, porque un deseo continuo y apasionado es una obsesión, y las obsesiones no son saludables y al final aportan más problemas y sufrimientos que placer a todos los implicados. (Lo cual no quita para que haya momentos de apasionado deseo y desesperada necesidad). Incluso a solas, en el trabajo, con otros amigos,… Él sigue estando presente como una compañía invisible.

 

La entrega supera los marcos de las sesiones y se apodera de las pequeñas cosas de cada día. Preparar la comida, dar un paseo, cuidar tu propia salud y bienestar, comprar sus caprichos preferidos, reservar en tu mesilla tabaco para cuando se le acaba, servirle una bebida,… Siempre pienso que sin ser tu Amo, harías estas mismas cosas por tu amor, o incluso, si vives sola, por ti misma. Pero hay una íntima diferencia que puede ser completamente inapreciable desde fuera, especialmente para quienes desconozcan la especial índole de la relación que te une a tu Señor. Esa diferencia, más que en las cosas y detalles, yo creo que se encuentra en el sentimiento con que se hacen, las miradas, el lenguaje corporal, el diálogo interno que mantenemos con nosotros mismos.

 

También se apodera físicamente de cada detalle, la ropa que compras, la forma de arreglarte, el modo de caminar y de expresarse se acomodan, consciente o inconscientemente a los gustos y preferencias, si no órdenes, del Amo. Creo que está más relacionado con la sumisión mental cuando ocurre sin orden de por medio, como una natural acomodación al sentimiento de sumisión y la continua presencia del Amo en tus pensamientos.

 

Por otro lado, es posible que el entrenamiento intencionado de los detalles ayude a crear el sentimiento de presencia y posesión continua.

 

La sumisa está completamente abierta a su Señor, desnuda ante Él sus miedos, deseos, dudas, ansiedades, alegrías… es transparente y exhaustiva. A lo largo de una  relación de este tipo, las personas que se embarcan en ella hacen inevitablemente un ejercicio de auto-prospección y auto-conocimiento. El Amo tal vez guarde esos conocimientos para si mismo y para el desempeño de su rol, salvo aquella información que considere oportuno compartir con la sumisa para el enriquecimiento de la relación (y lo que ella aprenda de él por si misma, quiera él o no. Al fin y al cabo la sumisa no deja de observar a su Señor en todo momento y de pensar en él de un modo u otro, es imposible que no aprenda a conocerle). Pero la sumisa no puede ocultar nada, su Amo debe conocerla en profundidad, lo que exige mucha comunicación y libertad para hablar de forma abierta y sincera con comodidad. Hay muchas formas de llevar esto a la práctica bien mediante la libertad de diálogo en general, o en determinados momentos si la relación está muy protocolada, o bien mediante el uso de diarios o cuadernos íntimos…

 

Agosto 2005 – lena{DR}

(No ha llovido ni nada…)

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