El esfuerzo del «no hacer».

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Hoy leí a alguien (la Señora @SraLunaAzul en fet) decir “Qué virtud enorme es saber callar. Yo me callo, pero me salen los subtítulos por la cara”. Y aunque ella sin duda no hablaba de sumisión, se me ha juntado con algún debate y comentario en grupos sobre sumisas activas o sumisas pasivas (que frecuentemente acaban siendo debates sobre si las brats son maleducadas y las sumisas clásicas aburridas). Entre estos incentivos y alguna conversación que he tenido por ahí, me ha dado por apetecerme hacer esta reflexión sobre lo de ser una sumisa “sosa” y las virtudes de saber callar y no hacer.
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Allá vamos…

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A veces ser sumisa implica “no hacer”. Renunciar a la acción y la palabra. Mantenerse callada y pasiva mientras otra persona toma las decisiones, gestiona las situaciones, interviene en los conflictos e interacciones con otrxs,…

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A veces hay que “no hacer”/”no hablar”. Sólo estar. Y no es porque no te lo permitan. O no siempre es por eso. Tampoco es porque seas una sosa impávida. Yo puedo imaginar muchos motivos para hacerlo (también la obediencia y la sosería), pero cuando yo practico el “no hacer” diría que lo hago fundamentándolo, muy especialmente, en el respeto.

Respeto hacia la verticalidad de mi relación y la cesión consciente que he hecho de esa autonomía mía para actuar, dejándola en manos de otra persona. Respeto hacia mi misma y lo que yo entiendo como mi identidad y forma de ser (yo) como sumisa y de actuar (yo) como tal. Y Respeto hacia la persona a quien otorgo la potestad de actuar y hablar en mi lugar, y que se responsabiliza de controlar cuanto ocurra a mi alrededor y de gestionar cómo transcurra todo.

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Con frecuencia, sobre todo cuando se habla de las preferencias de cada uno, se asocia la obediencia con pasividad. Pero obedecer, y en particular ese “no hacer”, es una decisión consciente y activa. ¿Han probado a mantener una postura quieta mucho tiempo? Requiere más energía y concentración que estar en movimiento. Y lo mismo ocurre cuando ese “mantener la postura” no se refiere a una posición física, si no actitudinal.

Especialmente en determinados momentos en los que tu natural instinto te impelería a participar de forma activa, hablar, plantar cara, opinar, decidir, hacer,… Estar quieta ante un atardecer mientras la brisa te acaricia no es ese “no hacer” al que me refiero en este texto.

“No hacer” es, en esas ocasiones, un ejercicio de autocontrol que implica un esfuerzo importante. Esa tranquilidad sumisa. Ese saber ser quietud y silencio en espera, ser calma receptiva a lo que de ti se demande, dejar que lo que acontece ocurra sin tu intervención, permitirte fluir en paz mientras las cosas pasan sin penetrar en tu ánimo más allá de lo que deben… Muchas veces, aunque parezca algo simple y natural en lo que apenas se repara, practicar ese “no hacer” y vivirlo de forma positiva (que yo sólo concibo la sumisión y todas sus peculiaridades “como ejercicio de alegría”, en un conjunto que me haga feliz) sólo se consigue gracias a un largo entrenamiento. Hay un proceso de éxitos y fracasos, experiencia tras experiencia, a lo largo del cual aprendes a conocerte bien, a identificar lo que te afecta y cómo, lo que te irrita, lo que te conmueve, lo que duele, lo que te hace saltar… A reconocer tus herramientas para la gestión de las emociones y saberlas usar. Como quienes meditan, aprendes a relajarte y abstraerte del “ruido”, a focalizar tu atención en lo que te importa y restársela al resto. A tener claras tus prioridades y no apartarte de ellas.

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Y también, claro, a decidir cuándo salir de ese estado silencioso y alzar la voz.

Cómo hacerlo sin que la dinámica se rompa y lo vertical no se tambalee es otro arte. Que también debe ser entrenado. Y que también supone esfuerzo y energía. Empatía, asertividad, habilidad para conjugar prudencia con determinación…

No se equivoquen… Ser “sosa” a veces implica más iniciativa, actividad y trabajo de lo que se imaginan.

Otra cosa es lo que a cada uno le guste y motive, que ahí para gustos colores, formas diferentes, ni mejores ni peores. El dinamismo y creatividad que requiere ser brat, por ejemplo, a mi me superaría. Cada cual tiene su camino y sus aprendizajes. El mío tira más por ser sosa… y creo que a estas alturas se me da bastante bien.

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Un comentario en «El esfuerzo del «no hacer».»

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