Identidad. Y después de TI, ¿quién soy?

Duele la identidad...

«De repente sentimos que toda la vida, en su conjunto, duele. Nos duele el cuerpo, nos duele la identidad y el pensamiento. Nos duele nuestro entorno y nuestra relación con él. Nos duele el dolor de la família y amigos, nos duele el corazón y el alma.»

Aprender a ser un YO cuando tienes el NOSOTROS grabado a fuego en tu identidad. Y más en una relación D/s, en la que el TÚ planea sobre cada hálito del NOSOTROS.

(sept.’19)

……….

Hoy fui a donar sangre. Era algo que intenté varias veces antes de conocer a mi Señor. Esta semana estuve avanzando con bastante éxito unos trabajos de ciertos estudios a los que me apunté antes de quedarme sola, y que me he empeñado en sacar adelante pese al algodón que llena ahora mi cabeza (duele el pensamiento). Me he comprado unos botines y un bolso nuevos. Y muchas barras de labios (rojas) y productos de maquillaje que probablemente no llegue siquiera a usar. Me he cortado el pelo. Lo he rizado. He cambiado de sitio la impresora y llenado el frigo y la alacena con cosas que me apetecieron al verlas. Estoy buscando otras series en netflix y sky. Conozco gente nueva. Hoy casi volví a sacar del armario las acuarelas y los pinceles…

Me estoy reconstruyendo.

Dice Felina en su artículo «¿Y ahora cómo te olvideo? La ruptura en las parejas BDSM» (CuadernosBDSM nº 21) que no hay ninguna diferencia «en cuanto a el proceso, ni en cuanto a las consecuencias, de una ruptura entre una relación vainilla y una BDSM», que las relaciones D/s no son más profundas, ni los sumisos más dependientes. Y seguramente tiene razón, no depende del marco de la relación, sino de las personas involucradas y cómo sean, cómo sientan y cómo hayan ellos forjado su vínculo.

Y es verdad. Ser dependiente de tu pareja no tiene nada que ver con que haya una fusta colgando de perchero. Ni se ama más por hacerlo de rodillas. Ni se siente más la pérdida, sea por ruptura o sea accidental, porque el anillo que lleves en el dedo sea de O… Cada quien llora lo que le toca y se desgarra con sus penas, y no se pueden comparar los llantos por colores ni organizarlos por orden de importancia.

No obstante lo que sí creo que distingue este tipo de relaciones de las otras, es la parafernalia con las que muchas veces las vestimos. La cantidad de pequeños hábitos, protocolos, rutinas, permisos, prohibiciones, ritos diminutos mil veces repetidos,… detalles que impregnan una D/s. Los mil TÚ que tallamos en nuestra cotidianidad. No es exclusivo, claro. Hay relaciones vainilla llenas de detalles y de cosas a medias, pero no creo que exista una D/s sin un desbordar de ellos.

Yo no era consciente de cuántos, hasta que de repente quedaron sus huecos. El momento de enviar aquel mensaje que siempre enviabas (para todo, los mil mensajes que siempre enviabas). Los hábitos de servicio ahora huérfanos. Elegir vestuario y accesorios sin pautas marcadas por Sus preferencias…

La sumisa Le ve cada vez que se mira a si misma: La ropa que a Él le gusta, el maquillaje que a Él le gusta, el perfume que a Él le gusta… Incluso después de irse, Él sigue en nuestro armario, nuestro tocador, nuestra piel.
(nov.’19)

Y sigues viéndoLe cada vez que te ves en el espejo. Hay tanto de Él en tu vida que cuesta encontrarte. ¿Quién eres ahora que ese TÚ que lo impregnaba todo ha desaparecido? ¿Qué hay de ti, escondido entre los fragmentos de ese NOSOTROS roto?

Ya no eres la persona que fuiste antes de Él. Es imposible. Te puliste y limaste, te ajustaste a Sus formas y aprendiste hasta a ver el mundo tal como lo veían Sus ojos. Es lo que hacen las sumisas: aprender a ser el yo que deben (quieren) ser para ese TÚ en concreto al que se han entregado. Tu identidad de repente no te ajusta, te queda ancha de todo lo que se te ha vaciado de repente, y te tiran las costuras de una vida demasiado grande.  Demasiada cosas. Demasiadas decisiones. Demasiadas responsabilidades…

Hasta cambiar la tinta de la impresora agota. Organizar las cuentas. Poner aire a las ruedas del coche. Programar el calentador. Arreglar una lámpara rota… Qué fácil es volverse una inútil cuando otras manos toman el peso de tus días. Ser dependiente de tu pareja no tiene nada que ver con que haya una fusta colgando de perchero… pero es fácil mecerse en la dependencia cuando forma parte de las reglas del juego.

Pero no pasa nada. Parece mentira, pero no te mueres de repente. El mundo no se para y te arrastra con sus demandas cotidianas. Y sigues funcionando. Al principio más despacio, poco a poco vas cogiendo ritmo… Sigues ahí, sólo tienes que buscarte. La identidad duele, pero duele porque está. Búscala.

Así que hay que crear nuevas rutinas que llenen esos huecos. Descubrir qué te gusta a  ti en este tú que eres ahora, y qué te gustaba sólo porque estaba Él. Quitarte ese TÚ suyo de delante de los ojos y del aliento. Cambiar. No por alejarte de El, sino por acercarte a ti. Elegir muy bien qué marcas te dejas en la piel y en la vida para guardar contigo para siempre, y cuales eliminas buscando tu rastro. Recordar que «la voluntad se cede pero no se quiebra», ahí sigue, en algún sitio. Que una vez dijiste que en la sumisión hay que hacer una «estructuración de todos los esquemas aprendidos, hay que anular las conductas y mecanismos de autoprotección, (…)» pero que al mismo tiempo «hay que hacer el doble esfuerzo de al mismo tiempo que por un lado eliminamos mecanismos, por otro lado mantenerlos plenamente vivos y eficaces, e incluso fortalecerlos si es posible, para seguir siendo responsables de nosotros mismos y de nuestro bienestar en ausencia de nuestro Dueño».

Así que búscalos. Ponlos en marcha.

Queda con gente, crea rutinas, sal de la cama. Camina. Reconstrúyete.

P.D.: lo he escrito pensando sobre todo en mi, pero también en otras.
Y aunque he sido yo la que lo he escrito, ahora mismo, veo que falta algo en este texto que ya no le pega pero que no quiero dejar sin decir: date tiempo, todo el que necesites. Y apóyate, no tienes por qué esar sola salvo que quieras. Selecciona y detecta las manos que de verdad se tienden tras todos los «lo que necesites» y tenlas presentes, recurras o no a ellas. Saber que están ya ayuda.

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