Carta de un Sadomasoquista a los NazisLGTB

Me siento orgulloso y feliz de quién, cómo y qué soy. Hoy, al echar una mirada hacia atrás a este casi medio siglo de mi vida y hacer balance me siento satisfecho de quién fui, de quién soy y del modo en que me relaciono con los demás.

Nací en la última etapa de la dictadura y mi niñez transcurrió en esos años que se suelen denominar “tardofranquismo”, por lo que mis recuerdos directos de aquellos años son bastante escasos y más bien de índole emocional. Intentando definir éstos, sólo se me ocurre decir que eran miedo y sometimiento a las autoridades “legales” y morales: ellas eran quienes decidían lo que estaba bien y mal, lo reprobable y lo castigable, en virtud de su “verdad” moral.

En aquellos tiempos la mujer era considerada legal y moralmente un ciudadano de segunda clase, condenada por su mera naturaleza a ser complemento del hombre y a su servicio. A ser menor de edad durante toda su vida. Y los “maricones” unos enfermos y pederastas delincuentes de la peor clase, señalados así por las autoriades e incluídos expresamente en la “Ley de vagos y maleantes” junto con proxenetas, vagabundos, nómadas y otras gentes de mal vivir. En el mejor de los casos, dignos de lástima, cuando no de burla, chanza y desprecio en los chistes de entonces. En el peor, ingresados en una de las dos cárceles que había (una para activos y otra para pasivos) para ser tratados severamente y “curados” de su enfermedad con el fin de convertilos en seres útiles para la sociedad y decentes.

Naturalmente, todo esto (y mucho más) sucedía a mi alrededor sin ser especialmente consciente de ello (lo mío era jugar a “Los Hombres de Harrelson”, “Starsky y Hutch”, fútbol, churro va, pilla-pilla…) y por tanto, siendo partícipe de ello de una u otra forma: las chicas eran “chicas” y los afeminados, “maricones” objeto de burla y rechazo.

Mi adolescencia y mi despertar sexual coincidió más o menos con el fin de la dictadura. No pasó mucho tiempo en que despertase en mí el impulso sadomasoquista, el cual presidiría la mayoría de mis momentos onanistas durante muchos años y reinaría en mis fantasías sexuales más ocultas. Nunca me sentí raro por ello, pese a que sabía que debía de ocultarlas. Simplemente me sabía algo diferente al resto y no tuve consciencia de formar parte de ninguna subcultura o minoría. Coincidió también con la toma de consciencia del entorno y mi despertar “social”. Comencé a reconocer el mundo que me rodeaba, a cuestionarlo y a tomar posiciones respecto a él, como un acto íntimo y personal.

Al tiempo que la sociedad cambiaba y evolucionaba hacia las libertades y la no discriminación perezosamente, crecían mis pensamientos y valores. Las ideas arcáicas y retrógradas aprendidas acerca de la mujer y su lugar en el mundo eran sustituidas por el reconocimiento de su lugar como iguales. Seres independientes, de pleno derecho y gobierno y compañeras de viaje cuando era el caso. Y los “maricones” pasaron a ser homosexuales: simplemente personas como cualquier otra, con diferentes modos de ser y sentir, pero seres humanos como yo. Tal vez en esto tuvo mucho que ver el vivir en una ciudad tan cosmopolita como Benidorm, en la que, gracias al turismo, podía relacionarme con todo tipo de personas de diferentes culturas, razas, clases, credos y sexualidades con el potencial normalizador que eso aporta.

Cultural y socialmente muy activo, lo era en campos bien lejanos de todo esto de las minorías y la discriminación, por lo que todos estos aspectos de mi personalidad se desarrollaban por sí solos. Es decir, nunca fuí especialmente activo en la lucha o defensa de todos ellos.

Mi prueba de fuego llegó al final de la adolescencia.

Aunque fui tardío en mis relaciones con chicas (no así en mi deseo hacia ellas) era, por lo demás, un adolescente normal de la época. Mal estudiante, escaso en recursos, poco agraciado para los cánones de entonces (en realidad, esa era la idea que de mí mismo me formé), enamoradizo y tímido. A veces era uno de los ejes de la pandilla y otras simplemente uno de los radios. Maldiciendo la suerte de que “esa chica que te tenía enamorado hasta las trancas” no correspondiese nunca tus sentimientos y cegado hacia las insinuaciones de las demás… Y por supuesto, absolutamente ciego a la posibilidad de que alguien de tu mismo sexo se enamorase de ti. Pero así fue…

La primera persona que me decaclaró su amor, fue un amigo de la pandilla. Entonces no fuí consciente del enorme esfuerzo que para él tuvo que suponer dar ese paso y del enorme valor que le puso. Pero hoy pienso que posiblemente tendría más “cojones” que cualquiera de los demás: de mi reacción dependía su futuro.

Mi reacción fue de sorpresa. Naturalmente, mi heterosexualidad se impuso y le rechacé, no sin antes hacerle saber lo agradecido que me sentía por haberme considerado digno de esos sentimientos y mi pesar por no poder corresponderle. Nunca volvimos a hablar del tema y nadie más supo de ello. Con el tiempo, la pandilla se fue disolviendo y nunca más he vuelto a saber de él. Hoy, mirando atrás, puedo decir que me siento orgulloso de mi reacción, más institiva que “racional”, pues creo que cualquier otra reacción habría sido bastante nociva para él.

La vida continuó su viaje y la sociedad avanzando. Aunque sin hacer grandes cosas al respecto más allá de lo personal, veía (y veo) con agrado las reivindicaciones sociales de numerosos colectivos minoritarios y discriminados injustamente. Mis aportaciones a ello se limitaban al sentido de mi voto según circunstancias y a mi limitada aportación en la sociedad que me rodea. La lucha por la igualdad de la mujer y las reivindicaciones de no discriminación de los colectivos LGTB las hacía mías, sin que en verdad me afectasen directamente… Hasta que llegó el día en que aquel impulso sadomasoquista de mi adolescencia, que me acompañaba en mi deambular por la vida sin más y acotado a mi parcela mental e íntima, pasó a ser una realidad y parte importante de mi vida, tomando consciencia de mi pertenencia a una minoría sexual, incomprendida y discriminada. Y con ello, a darme cuenta de que yo también formo parte de la misma “saca” que los colectivos LGTB, así como de la de los perseguidos por ser diferentes.

Y, gracias a ello, hoy soy mucho más consciente del calvario que han tenido que vivir. De lo crueles que han sido y son la ignorancia, los esterotipos y los dogmas con ellos. De las injusticias que se han cometido contra ellos y de las que se cometen aún hoy en día. Me siento “compañero de viaje” de ellos, y con ello mejor persona, más humano. Me indignan y hago mía su lucha por sus derechos. No solo creo en que las cosas “deberían ser” de una forma, si no que DEBEN serlo.

Y así, desde mi perspectiva hay cosas que no puedo entender. Confieso que soy absolutamente incapaz de entender cómo personas pertenecientes a estos colectivos perseguidos, criminalizados y estigmatizados son a su vez perseguidores, criminilizadores y estigmatizantes de otros que están en sus mismas circunstancias. Por qué razón las minorías perseguidas se acaban convirtiendo en perseguidoras.

Aunque no es frecuente, sí que de cuando en cuando leo o escucho por ahí críticas y prejuicios contra nosotros procedentes de personas del colectivo LGTB. Para ello, utilizan exactamente las mismas armas que contra ellos se han utilizado durante años y que todavía aún se siguen utilizando y provocan en mí una sensación de rabia e indignación total en primer término y una profunda tristeza después. Un ejemplo bastante reciente y que ha sido el detonante para que escriba esto es este comentario publicado como respuesta en un diario en relación con la polémica suscitada por el Hotel BDSM de Vilafranca (al que no enlazo por el tema de la “tasa google”):

“Realmente, es que no deberían de permitirles que abran semejante centro antisocial y anti-Derechos Humanos, pues favorece actitudes de odio, de racismo, de machismo, violaciones, de humillación, de prepotencia, de violencia, etc. Y es que ya tenemos suficiente para que además les permitan abrir centros de este tipo. Pero vaya, me parece fantástico que les inflen a dolor, impuestos y brutalidades fiscales con muchísimo abuso de poder, pues es lo que esta gente pretende practicar en su «hotel», no? No se dejen engañar, señoras y señores, el sadomasoquismo no es una práctica sexual como cualquier otra, es UN ATAQUE FRONTAL AL PROPÓSITO DEL SEXO COMO ALGO BUENO, AGRADABLE, DE AMOR, DE COMPARTIR Y DE SATISFACCIÓN. Estos pervertidos convierten todo lo bueno en algo malo, desagradable, de humillación, de agresión, de dolor y de crueldad. Espero que les prohíban abrir, y además los denuncien Amnistía Internacional por favorecer actitudes machistas y de violencia gratuita, así como los denuncien TODAS las ONGs de Derechos Humanos y feministas. Ojalá les pongan a caldo y los eliminen a todos completamente, que ya tenemos basura de sobra en este país como apara además permitir esto. Y es que mira, yo soy del colectivo LGTBI, y la sexualidad me parece fantástica cuando se practica bien y a gusto de forma pacífica y guai, pero poner un hotel de sadomasoquismo en un estado de derechos civiles y constitución, es que es como la analogía de intentar legalizar a ETA como partido que «tiene derecho a expresarse libremente» => por supuesto que NO. Entiendo que al principio, con el desconocimiento, la gente le abriera puertas, pero la gente no es tonta y se informa, y cuando se dan cuenta, pues no sólo les ponen pegas, si no que le prohíben abrir un centro anti-social y de odio”

Sé que se puede argumentar que no se trata en realidad de alguien perteneciente al colectivo LGTB, que se trata de un troll, etc, etc. Y puede ser en este caso, sí. Pero este mismo tipo de argumentario llevo ya años viéndolo circular por ahí, incluso en foros LGTB, como se puede apreciar en algunos de los comentarios suscitados en el foro “Dos Manzanas” hace unos años al hilo de este tema.

Sí, definitivamente me siento orgulloso de ser quien soy y como soy. De ser capaz de ir más allá de los tabúes sociales y las falacias. De los dogmas. De empatizar con los demás y ponerme bajo su piel. De buscar entender a los que son diferentes y no dejarme cegar por lo que los miedos, la ignorancia, los prejuicios y los poderes nos pretenden imponer.

Gracias, Vida, por hacer de mí lo que soy.

Dragón

3 comentarios en «Carta de un Sadomasoquista a los NazisLGTB»

  1. Impresionante exposición, chapeau!
    Llevo varios días pensando los motivos que llevan a las personas a despreciar a otras. Cosas que leo en twitter, comentarios que oyes en el día a día, sucede en todos los ámbitos y a todos los niveles. Y por más que reflexiono no llego a ninguna conclusión, no lógica al menos. Cuando leo esto, mostrando ante todo mi acuerdo en que pueda provenir de un troll, veo de nuevo un ataque gratuito hacia un colectivo, el nuestro, del cual también me siento no sólo orgullosa de pertenecer, sino donde me he encontrado muestras de una gran sensibilidad y preocupación por los demás. Lamento enormemente decepcionar al autor de ese desafortunado comentario y a todos los que piensas como él, y no puedo más que decir que hacer una manifestación tan detallada y ultrajante de algo de lo que no se está adecuadamente informado (esto es evidente), no sólo es una evidencia de inmensa ignorancia y desinformación, sino que evidencia una falta de consideración hacia nada o nadie que no sea él mismo y sus enfermos prejuicios, incapaces de por lo menos respetar, que no aceptar que cada uno viva su vida como desee.
    Saludos de una parafílica orgullosa de serlo.

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