Hacia una ética Sadomasoquista

En este texto, me propongo realizar algunas reflexiones en torno a la ética y la moral del sadomasoquista. Sin embargo, no pretendo aquí analizar, ni definir los comportamientos que, como sadomasoquistas, debemos o deberíamos tener entre nosotros. Pretendo más bien acercarme a una visión de la ética y la moral del sadomasoquista como miembro de la sociedad general a la que pertenece y con la que interactúa. No es por tanto mi intención analizar si el sadomasoquismo (consensuado) es o no ético y/o moral, el cual asumo como tal.

Introducción:

La ética es la parte de la filosofía que trata del bien y del mal, de lo bueno y lo malo, así como del fundamento de sus valores, con el objeto de vivir bien en sociedad. Se podría decir que la ética es algo íntimo, personal, mientras que la moral es una especie de “ética de grupo o conjunto”. Mientras que la ética se refiere a aspectos del individuo mediante un conjunto de normas que tienen por objeto salvaguardar, fortalecer y preservar la vida del propio individuo, la moral se refiere a aspectos del grupo buscando los mismos objetivos, en relación al propio grupo.

Ambos términos están por tanto íntimamente relacionados e influidos mútuamente. Así pues, es la suma-resta de la ética personal de cada uno de los miembros de un grupo (valores individuales) la que construye la moral plasmándola en usos, costumbres, normas e incluso leyes, las cuales a su vez influyen en los valores personales del individuo. Por tanto, en merced a esa mútua influencia ambas –ética y moral- están en constante evolución.

En “Ética para Amador”, Fernando Savater decía sobre la ética:

“A diferencia de otros seres, vivos o inanimados, los hombres podemos inventar y elegir en parte nuestra forma de vida. Podemos optar por lo que nos parece bueno, es decir, conveniente para nosotros, frente a lo que nos parece malo e inconveniente. Y como podemos inventar y elegir, podemos equivocarnos, que es algo que a los castores, las abejas y las termitas no suele pasarles. De modo que parece prudente fijarnos bien en lo que hacemos y procurar adquirir un cierto saber vivir que nos permita acertar. A ese saber vivir, o arte de vivir si prefieres, es a lo que llaman ética”.

 

La ética individual:

Todo Ser Humano desarrolla y posee su propia ética, la cual comprende todos sus valores y rige su posición ante el mundo, sus ideas sobre lo que está bien y lo que está mal, lo aceptable o no. Ésta ética individual es resultado de tamizar y procesar la moral (como ética del grupo, con sus valores y normas) a través de su personalidad y otros aspectos sociales (creencias religiosas, cultura, grupo social, subcultura a la que se pertenece, etc). Una vez que se han sentado los pilares de esa ética individual, se constituyen en una atalaya desde la que ver y definir el mundo de forma particular, y en la que ir encajando de forma más o menos coherente cualquier aspecto o dilema ético que se nos presente.

La ética colectiva (moral):

El Ser Humano, como animal social, tiende a agruparse siguiendo ideas, valores y/o intereses afines. Es decir, compartiendo unos intereses y éticas comunes. Nos agrupamos por ejemplo, por afinidad política, religiosa, de clase, sexual, etc. Y con las personas que nos agrupamos, compartimos una ética. Pero al mismo tiempo, nuestro grupo de afinidad se encuentra dentro de otro más amplio, de orden jerárquico superior, con el cual a su vez también compartimos nuestra propia ética. Y éste a su vez, dentro de otro grupo superior. Y según se va ampliando el número de subgrupos, más fácil es que nuestra ética vaya encontrándose con obstáculos y contradicciones difíciles de salvar y casar.

Pongamos un ejemplo a modo ilustrativo: Imaginemos a una persona homosexual, creyente y liberal en lo político. Sin duda, ese cóctel le debe de haber creado y probablemente le debe de crear serios cuestionamientos éticos, puesto que muchos de los valores predominantes (y por tanto, morales) de cada uno de los grupos a los que pertenece chocan entre sí y, ante ello, puede reaccionar de dos formas: vivir dentro de distintos “armarios éticos” (una ética diferente según dónde, quién y cuando) o construirse una ética transversal que haga compatibles todas esas distintas morales. La primera opción sólo conducirá a la negatividad, a la infelicidad. La segunda, a corto o largo plazo puede contribuir a influir en esa moral predominante y cambiarla.

Una ética universal:

Exceptuando a psicópatas y otras patologías similares, podemos afirmar que prácticamente todas las personas tienen unos valores éticos comunes, lo cual es lógico si recordamos que en definitiva la ética tiene como fin vivir bien, tanto como individuos que como grupo. Y esto es algo que está por encima de cualquier creencia religiosa, política o la que sea. Es el paso de esa ética universal por el tamiz particular de cada ser humano o creencia para su aplicación el que produce discrepancias.

Por ejemplo, estoy seguro que nadie que me lea mostrará discrepancia a la afirmación “Hay que acabar con el hambre en el mundo”. Sin duda, estaremos de acuerdo. Es al plantear la forma de hacerlo donde surgirán los problemas: ¿Les enviamos ayudas humanitarias eternamente? ¿Les proporcionamos medios y les enseñamos a solucionar su problema? ¿Lo solucionamos con un genocidio?.

Un buen ejemplo lo encontramos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. A la hora de aprobar su redacción, fue posible llegar a un acuerdo, empero, a la hora de su aplicación hay un cierto margen de discrepancias.

Conclusiones:

Toda esta larga y tediosa introducción me sirve para poder realizar las afirmaciones siguientes:

  • Como seres humanos que somos, nacemos y nos formamos éticamente.
  • Como sadomasoquistas, formamos un grupo social que intersecciona con otros grupos sociales y a su vez enmarcados en grupos sociales más grandes, con los que compartimos una ética universal, tamizada por nuestras propias éticas de subgrupo y personales (o a la inversa).
  • Que como sadomasoquistas, necesitamos que nuestra ética individual encaje en la ética del grupo, y ésta a su vez en la moral del grupo social mayor al que perrtenecemos (la sociedad común).
  • Que nuestra ética individual como sadomasoquistas, no debe entrar en conflicto consigo misma y debe ser coherente, razonada, explicable y defendible.

Hacia una ética sadomasoquista:

Identificarse con la cultura sadomasoquista, pertenecer a ella, es algo que necesariamente nos posiciona éticamente, y al hacerlo, también nos posiciona políticamente (que no necesariamente en una ideología política concreta). Hay muchas cosas de nuestra cultura que nos caracterizan. Pero quizá la más importante en términos éticos es la defensa de nuestro derecho al propio cuerpo. El derecho al propio cuerpo es un Derecho Humano y, aunque no está recogido como tal explícitamente en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, sí está reconocido como tal.

Durante muchos años, diversas organizaciones activistas en pro de los derechos de los sadomasoquistas han basado nuestra defensa (y se basan todavía) en este derecho. Por el otro lado, la sociedad común, a través de sus órganos representativos correspondientes, ha mostrado cierta reticiencia a aceptarlo, si bien de unos años para acá ha comenzado a hacerlo, aunque con ciertas limitaciones (según países y colectivos). En definitiva, esa aceptación nace de la modulación de ese derecho mediante la combinación con otros como, por ejemplo, el derecho a la vida y a la salud y la obligación de los estados de velar por ellos. Y es que el derecho al propio cuerpo también se puede aplicar en muchos otros asuntos sensibles como la eutanasia, el aborto, donación de órganos, gestación subrogada, etc.

Ser sadomasoquista implica por tanto tener una posición ética (más allá de la moral como ética colectiva expresada a través de leyes) al respecto de todos estos temas y ésta debe ser consistente y coherente con nuestra propia ética. Esto no necesariamente debe de pasar por una aceptación sin más de que todo el mundo pueda hacer con su cuerpo lo que le plazca, pero tampoco puede pasar por una negación sin más de su derecho, toda vez que el nuestro sí deseamos que sea reconocido.

Una ética sadomasoquista en este aspecto, conlleva la necesidad de comprender que el derecho al propio cuerpo tiene sus limitaciones, modulaciones y restricciones, bien sea en el terreno del sadomasoquismo, bien sea en cualquier otro aspecto en que se pueda aplicar. Es de esta forma como podemos conjugar las distintas éticas con las que podamos convivir, al tiempo que manejar nuestra propia e íntima ética de forma coherente, razonable, sensata y sin contradicciones. Es así como podemos presentarnos ante la sociedad exhibiendo nuestra propia ética.

Debemos ser capaces de ver y señalar las contradicciones o similitudes que pueda haber en otros aspectos y campos de aplicación de ese derecho. Y reconocerlo cuando sea coherente con nuestra ética o discutirlo, razonadamente, cuando no.

Para finalizar, quiero compartir con ustedes algunas de las preguntas que he ido formulándome a lo largo de los años y que han sido el origen de este dislate tan largo que he compartido con ustedes. No pretendo que dejen respuesta, ni mantener debate alguno, tan sólo las dejo para su reflexión:

  • Muchas personas afectadas por bulimia y/o anorexia nerviosa se identifican como una subcultura y argumentan su derecho al propio cuerpo… se les debería reconocer/negar/modular?
  • Las reclamaciones al derecho a una muerte digna son algo común hoy en día en muchos países, entre sus argumentos, está su derecho al propio cuerpo… Se les debería reconocer/negar/modular?
  • En el tema del aborto, también se utiliza el mismo argumento (entre otros muchos) para reclamar la ampliación de ese derecho… se les debería reconocer/negar/modular?
  • El derecho al propio cuerpo también se encuentra entre los argumentos a favor de la gestación subrogada… se les debería reconocer/negar/modular?

DR.

(continuará?)

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