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Mi primer contacto con el BDSM tuvo lugar un día de marzo de 2003.
Hasta entonces era algo que existía pero no tenía que ver conmigo. Siempre supe quién era Sade, y quién Masoch… Sabía qué era el sadomasoquismo, incluso el BDSM, con sus siglas. ¿Cómo y cuándo me enteré de esas cosas? Pues ni idea… No sé si serían conocimientos que fui coleccionando a pinceladas de mis muchas muchas muchas novelas leídas, o de dónde salieron. Tenía un amigo administrador de la sala de Irc #mazmorra , pero no hablábamos de estos temas ni sentí nunca la curiosidad de acercarme a ellos. Entré una vez en #mazmorra, pero pensando que era como #cámelot, una sala de ambiente medieval. Y como no era, no volví (hasta que volví ya siendo lena, claro). El caso es que esa tendencia innata que muchos dicen tener, esa pulsión… yo no la sentía. De paso aprovecho para comentar que tampoco tengo ningún trauma que me haya convertido en sumisa, ni he sido maltratada, ni he tenido una infancia infeliz, ni nada por el estilo. Una persona normal y corriente, era yo. Con una vida sexual normal, una vida social normal,… un todo normal (que según indican los pocos estudios que hay, es lo mayoritario: no somos productos de un trauma, solo pasa que somos así).
Hasta que un día de marzo de 2003 se me cruzó de repente el cable, como a los estopa (hoy me he levantado con un cable cruzado, tanto contacto me ha tocado el lado malo y me he despertado…) y me desperté. Y google (¿ya era google? Quizá usaba otro buscador entonces) me llevó a un foro de bdsm: los foros de laylaj. Ya no existen. Como casi nada de aquella época.
Puse un mensajito en el foro… Y cómo no, recibí un montón de mensajes privados. Carne fresca, ya saben qué es eso.
De todos esos mensajes, sólo uno parecía de una persona medio normal. Todos los demás eran para salir corriendo y no volver a mirar atrás, a cada cual más invasivo, bárbaro, fuera de lugar…
Con esto quiero decir que los cafres que dicen barbaridades a desconocidas, que se autonominan como dominantes (o amos directamente) y dan por supuesto que están todas a su disposición, los patanes, los fantasmas… han existido siempre. No sé hace 25 años porque yo no estaba. Igual antes de internet era más difícil este tipo de comportamientos, no digo que no, pero hace 18, que es lo que yo puedo atestiguar, ya estaban. Y de antes yo también he oído historias de gente que, pese a no tener internet, fingía ser lo que no eran. Y gente que abusaba de la ilusión y la buena fe de otros, y que dejaba su camino sembrado de cadáveres (metafóricos). Y sé por mi experiencia personal de Señores muy Señores que esconden mezquindades y que no valen la mayúscula que portan, por mucho que arrastren años de prestigio bedesemero “de la vieja escuela” y por mucho que ellos jamás entrasen a nadie a la voz de “hola perra”. Que eso, al final, es lo de menos. Eso no hace daño, como mucho cansa. Eso no engaña a nadie. Eso es lo mejor que puede pasar, para descartar. Los que de verdad rompen, duelen y engañan son los que parecen otra cosa. Y esa gente, en cualquier rol y género, ha existido siempre.
No es ahora peor. No es que antes todo el mundo fuera respetuoso y a partir de las 50 Sombras (¿dónde ponemos el punto? ¿En las 50 sombras? ¿En The Secretary? ¿En Historia de O?) se desatara el caos. Esto no es nuevo.
Ahora somos más. Gracias a internet, las redes sociales y el proceso constante de normalización (más o menos) del BDSM y las sexualidades alternativas, somos más.
Ahora es más fácil, cuando sientes cosas que no sabes cómo nombrar, cosas que tal vez chocan con tus valores más profundos y no sabes bien cómo pueden compaginar… ahora es más fácil encontrar otros iguales a ti y dejar de sentirte un bicho raro. Es más fácil que si lo que te gusta es por ejemplo comer cerezas haciendo el pino puente mientras te azotan con la goma del butano (ouch), encuentres un par.
Da igual si nos gusta o no nos gusta que el BDSM se normalice, que se popularice, que se pierda el misticismo y el morbo de “lo prohibido”… las cosas son así, todo en esta vida evoluciona. Y cada momento tiene sus pros y sus contras.
¿Hay más gente con la que no cuadras? Claro. Y más gente con la que cuadrar.
Y puede que haya más imbéciles, porque somos más.
Pero más gente estupenda también.
Porque somos más.
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